martes, 23 de abril de 2019

Una historia inspiradora


Había terminado el verano y los estudiantes de octavo grado de la Escuela Ana Josefa Jiménez estaban dando inicio al año escolar. La maestra de español Griselda Pérez, reconocida por su puntualidad, su forma sencilla y humilde de tratar a los estudiantes, llamada “la mama del español” por su vasto conocimiento en su área, su preocupación por que los estudiantes se expresen y escriban correctamente. Promoviendo siempre la lectura y la creatividad en sus reproducciones de lengua española. Estaba en su tercer día de clases terminando dar un dictado a sus estudiantes, concluida la clase correspondía el recreo. Sonó el timbre, todos los estudiantes salieron al receso, menos Ana y Rebecca que desean hablar con su maestra. Mostraban preocupación y se lo comunicaron a su profesora.

Con discreción las niñas contaron a su maestra que otra compañera de nombre María tenía problemas, no con la asignatura sino personales, los demás compañeros de la clase la rechazaban, el motivo, un problema de higiene. A ellas no les importaba lo que pensaran los demás, porque la conocían, compartieron cursos anteriores, era una buena niña, responsable, aplicada, creativa y con muchas otras cualidades positivas. Lo que no sabían era como abordar su problema sin ofenderle.

En la próxima clase la maestra Griselda le pidió a María que se quedara un momento para ver algo en su cuaderno, María se sorprendió, pensó que quizás le había ido mal en el dictado de la clase pasada o que le faltaba por entregar alguna otra tarea. Cuando estaban solas mientras revisaba el cuaderno de su alumna, pudo sentir el mal olor que provenía de sus axilas. La profesora tratando de investigar más sobre María, le pregunto que donde vivía y a que se dedicaban sus padres, su madre era ama de casa y su trabajaba como seguridad para una empresa privada. Le devolvió su cuaderno, le dijo que todo estaba bien y la dejo ir al receso.

Estando en su casa un sábado por la mañana la profesora pensaba en María, en cómo podría ayudarla, recordó su dirección, no era muy lejos de su barrio y decidió visitar la casa de su alumna. Fue un poco más complicado llegar a casa de la niña, pues era en un callejón detrás de dos casas. Era una linda casita de madera, pintada de azul con blanco, piso pulido amarillo, al tocar la puerta una señora, la recibía con alegría era la señora Fátima, madre de María. Le preguntó por su alumna, pero no se encontraba porque la habían mandado a casa de una tía que estaba enferma a llevar una sopa. Aprovecharon para tomar un café y hablar sobre a familia, eran cinco niñas en la casa, María era la cuarta, se podía sentir el aire de calidez en ese hogar, formado por un padre responsable y una madre abnegada. Griselda sin dar más rodeos comenta el problema de la niña, el aprecio que siente por ella y su deseo incondicional de ayudarla.

La madre avergonzada le dice a la profesora que María siempre se baña todas las mañanas antes de ir a la escuela, peina su cabello, recoge sus útiles y se va. Y al entrar a la casa también se asea. Es un hogar conformado por cinco niñas y muchas carencias económicas, donde se comparten todo, dice la madre. Griselda se le ocurre una idea, vamos a conseguirle un desodorante para ella sola, la madre no lo puede creer y asiente.



A la siguiente semana la profesora Griselda llama a María a quedarse y le dice que le tiene un regalo, ésta se sorprende y lo recibe con alegría, solo había una condición, debía llevarlo a casa y abrirlo junto a su madre. Al llegar a casa con bastante prisa, la niña abre el regalo que tenía una nota que decía, “Este es un regalo especial, para una niña genial” con cariño tu profe Gris.

La madre se sentó y explico a María lo que sucedía, ella se sentía sudorosa en clases, pero pensaba que eran los nervios y el calor, que eso les sucedía a todas las chicas. Desde ese día siguió las recomendaciones de su profesora de no compartir su desodorante y nunca más sus compañeros volvieron a sentir esa incomodidad.

Hoy María recuerda a su profe Gris, como muchos le decían, con agradecimiento y cariño. Se convirtió en Publicista y le encanta tomarse fotos en las redes. Siempre que puede, llama a su profesora o la visita de sorpresa en la escuela donde se conocieron. Ana y Rebecca siguieron siendo sus mejores amigas.
Fin.


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