Había
terminado el verano y los estudiantes de octavo grado de la Escuela Ana Josefa
Jiménez estaban dando inicio al año escolar. La maestra de español Griselda
Pérez, reconocida por su puntualidad, su forma sencilla y humilde de tratar a
los estudiantes, llamada “la mama del español” por su vasto conocimiento en su
área, su preocupación por que los estudiantes se expresen y escriban
correctamente. Promoviendo siempre la lectura y la creatividad en sus reproducciones
de lengua española. Estaba en su tercer día de clases terminando dar un dictado
a sus estudiantes, concluida la clase correspondía el recreo. Sonó el timbre,
todos los estudiantes salieron al receso, menos Ana y Rebecca que desean hablar
con su maestra. Mostraban preocupación y se lo comunicaron a su profesora.
Con
discreción las niñas contaron a su maestra que otra compañera de nombre María
tenía problemas, no con la asignatura sino personales, los demás compañeros de
la clase la rechazaban, el motivo, un problema de higiene. A ellas no les
importaba lo que pensaran los demás, porque la conocían, compartieron cursos
anteriores, era una buena niña, responsable, aplicada, creativa y con muchas
otras cualidades positivas. Lo que no sabían era como abordar su problema sin
ofenderle.
En la
próxima clase la maestra Griselda le pidió a María que se quedara un momento
para ver algo en su cuaderno, María se sorprendió, pensó que quizás le había
ido mal en el dictado de la clase pasada o que le faltaba por entregar alguna
otra tarea. Cuando estaban solas mientras revisaba el cuaderno de su alumna,
pudo sentir el mal olor que provenía de sus axilas. La profesora tratando de
investigar más sobre María, le pregunto que donde vivía y a que se dedicaban
sus padres, su madre era ama de casa y su trabajaba como seguridad para una
empresa privada. Le devolvió su cuaderno, le dijo que todo estaba bien y la
dejo ir al receso.
Estando
en su casa un sábado por la mañana la profesora pensaba en María, en cómo
podría ayudarla, recordó su dirección, no era muy lejos de su barrio y decidió
visitar la casa de su alumna. Fue un poco más complicado llegar a casa de la
niña, pues era en un callejón detrás de dos casas. Era
una linda casita de madera, pintada de azul con blanco, piso pulido amarillo,
al tocar la puerta una señora, la recibía con alegría era la señora Fátima,
madre de María. Le preguntó por su alumna, pero no se encontraba porque la
habían mandado a casa de una tía que estaba enferma a llevar una sopa. Aprovecharon
para tomar un café y hablar sobre a familia, eran cinco niñas en la casa, María
era la cuarta, se podía sentir el aire de calidez en ese hogar, formado por un
padre responsable y una madre abnegada. Griselda sin dar más rodeos comenta el
problema de la niña, el aprecio que siente por ella y su deseo incondicional de
ayudarla.
La
madre avergonzada le dice a la profesora que María siempre se baña todas las
mañanas antes de ir a la escuela, peina su cabello, recoge sus útiles y se va.
Y al entrar a la casa también se asea. Es un hogar conformado por cinco niñas y
muchas carencias económicas, donde se comparten todo, dice la madre. Griselda
se le ocurre una idea, vamos a conseguirle un desodorante para ella sola, la
madre no lo puede creer y asiente.
A la
siguiente semana la profesora Griselda llama a María a quedarse y le dice que
le tiene un regalo, ésta se sorprende y lo recibe con alegría, solo había una
condición, debía llevarlo a casa y abrirlo junto a su madre. Al llegar a casa
con bastante prisa, la niña abre el regalo que tenía una nota que decía, “Este
es un regalo especial, para una niña genial” con cariño tu profe Gris.
La
madre se sentó y explico a María lo que sucedía, ella se sentía sudorosa en
clases, pero pensaba que eran los nervios y el calor, que eso les sucedía a
todas las chicas. Desde ese día siguió las recomendaciones de su profesora de
no compartir su desodorante y nunca más sus compañeros volvieron a sentir esa
incomodidad.
Hoy
María recuerda a su profe Gris, como muchos le decían, con agradecimiento y
cariño. Se convirtió en Publicista y le encanta tomarse fotos en las redes.
Siempre que puede, llama a su profesora o la visita de sorpresa en la escuela
donde se conocieron. Ana y Rebecca siguieron siendo sus mejores amigas.
Fin.
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